
Primera parte de nuestra esperada entrevista exclusiva a Ed O’Brien. El hombre se explaya acerca de todo y de todos sin pelos en la lengua, aunque nunca pierde la amabilidad ni la calma. Lo que se dice un gentleman.
Desde Londres, una charla sin desperdicios.
English version below
Pensar en Radiohead es pensar en algo gigante. Es pensar en una de las bandas más importantes de la historia del rock, ufff, pero no como mito fosilizado, sino más bien como materia encendida, viva y constante. Una usina de sonidos, electricidad pura de un rayo eterno que arrancó en, ufff, los benditos noventas sintonizando el pulso de una toda una década y toda una generación definiéndolas desde su amanecer (sí, estoy hablando de Creep), otorgándoles un color, para después romper con todo como única manera de seguir el mejor camino: uno propio. Por eso no es casual que luego de Ok Computer (1997), disco que de tan definitivo agotó, perfeccionándola a nivel maestro, una fórmula de hacer canciones estos cinco extraterrestres entraran en crisis, el cambio como único rumbo, para pasar a otra cosa, pararse en otro lugar, otro siglo, otro milenio, con dos discos pergeñados desde la lógica de una tormenta feroz que estalla en un sonido maldito: rugidos, lamentos y oasis detonados desde máquinas bestiales en esos dos diamantes oscuros que son Kid A (2000) y Amnesiac (2001). Desconcertando a muchos, alimentando habladurías que hoy son hojas amarillentas hinchadas de humedad en revistas viejas, Radiohead nutrió su cuerpo, se hizo fama y echó a andar subido al fuego eléctrico de un sonido mutante que, entre explosiones y una suavidad contenidas en el abismo de un repertorio inmortal, es el combustible inagotable de una llama que aún hoy continúa creciendo. Aldo Montaño
Esta entrevista es el producto del delirio de dos que viajamos en un auto por horas escuchando las mismas canciones de siempre. Cantándolas como locos, sin que importe demasiado su verdadero sentido, si es que lo tienen, pero en las que nos gustaría (me gustaría) quedarnos a vivir. Porque en definitiva, y por más vueltas que le dé, no sé qué es “I will raise up Little babies eyes” pero sé que es parte de la canción más dulce del mundo. Tampoco puedo explicar por qué me hace tan feliz escuchar el corito de Ed en Karma Police, o cuando él le hace la segunda a Thom en Paranoid Android, pero hay algo que me hace intuir que todo lo que rodea a estos cinco gigantes está lleno de un amor inmenso por el mundo. Y como dije, este fue nuestro delirio de un día decir, “¿y si le pedimos una nota a Ed?” Y si bien la lógica indicaba que no íbamos a tener ninguna respuesta, aunque en el fondo guardáramos la esperanza de que nos contestaran que sí, yo por lo menos nunca pensé que unas semanas después de ir cantando en un auto los coritos de este gigante hermoso que es Ed O´Brien, lo veríamos llegar en una bicicleta amarilla y plegable a un cafecito en Londres para vernos a nosotros y decir “ Hey Sam, Casandra! How are you?”
Por Casandra Scaroni y Samuel Dietz.
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