El otro lado

En un momento de la película Levelland alguien cae fulminado. Es una de las muertes más insólitas que se hayan visto: hay una toma cenital de un tipo regando el jardín. De golpe, sin que nada lo haga prever, su cuerpo se derrumba, se desliza hacia el suelo como una bailarina. Corte. En el plano siguiente alguien pregunta por el hijo del hombre que quedó tirado en el pasto. Se le responde: no tenía zapatos negros, así que tuvo que ir al shopping a comprarlos. Levelland tiene un pulso leve de fábula, un humor desconcertante y el dejo de un dolor asordinado que sólo parece alcanzar el alivio de una redención parcial en la urgencia del movimiento, en el andar perpetuo, como si los cuerpos adolescentes expresaran su perplejidad ante el mundo adulto en el desgaste físico. Es que la película está atravesada por la duda y el desconcierto. La intensa luz estival, los planos colmados de azul y verde, coronados por soles radiantes, son la contracara de una angustia subterránea que encuentra refugio en ese grupo de chicos entregados a la extenuación. Para los skaters de Levelland, el verano es el escenario crucial en el que se aguarda un pasaje, la obligada verificación de un rito que conduce a la adultez. Es decir, al otro lado.

En el impagable final, los muchachos van caminando hacia una puesta de sol con las tablas bajo el brazo hasta que la pantalla funde a negro mientras empieza a sonar Bastards Of Young, de The Replacements. Son guerreros de batallas sordas esos chicos, son bastardos que avanzan hacia el milagroso y temido filo del tiempo, rumbo a la última gota de luz. Son hijos de un dios menor que se desparramó en Texas. Levelland trata sobre esos chicos: el tema del coming of age parece trillado, pero el modo único en el que el director y guionista Clark Lee Walker describe el escenario en el que se mueven los protagonistas de la película la eleva de categoría de forma irrefutable. Los personajes se mueven, todo el tiempo se mueven. Están en tránsito. Las numerosas secuencias de patinaje crean una sensación física de transe coreográfico, de estampas sustraídas a la acción del tiempo. Como en un parpadeo, los planos se empeñan en perseguir una belleza que huye, el inasible respiro mediante el cual el mundo detiene su angustia para que un instante pueda estallar de emoción. La luz, los desplazamientos y las canciones, de una justeza y pertinencia implacables (Minutmen, Pixies, Elvis Costello, Ramones, Rockpile, The Replacements), configuran parte del irreductible espíritu joven de la película y también el grito que señala y descubre la opacidad y la estupidez circundantes. Los adultos y las instituciones son esquirlas de un poder omnímodo en Levelland. Entre tanto, en algún recodo del presente (ni siquiera del futuro) puede estar aguardando, para todo el mundo, la muerte.

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4 respuestas a El otro lado

  1. Princesa Mononoke dijo:

    David,

    Me gustó mucho la nota. No vi la película pero mientras leía el texto se me venían a la cabeza imágenes de «Paranoid Park». Encontrás algún punto de contacto o no tienen nada que ver?

    Beso
    Mononoke

  2. david dijo:

    Sí, algo puede haber, en el carácter ajeno con el que el mundo de los adultos se les representa a los chicos protagonistas. Pero esta película tiene una narración completamente clásica al lado de la de Paranoid Park. Las secuencias de patinaje son muy sobrias, por ejemplo, nada que ver con el lirismo desatado de Van Sant. Aparte el tono es mucho más alegre y luminoso.
    Beso grande, Mononoke.

  3. Cecilia dijo:

    Luego de leer el texto la busque y no hay rastro de ella.
    ¿Algun lugar donde la pueda conseguir?.

    ¡Gracias!

  4. david dijo:

    Yo la vi en un bafici hace como seis años, pero lamentablemente me dijeron lo mismo que vos, que no se consigue por ningún lado.

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